Sea Cloud, un velero de auténtico glamour y lujo

sea cloud

Hablando de barcos curiosos, y de cruceros de lujo me han contado la historia del Sea Cloud, un barco de lujo que participó en la II Guerra Mundial y que fue vendido a la marina de los Estados Unidos por el precio simbólico de un dólar, pero antes de que esto ocurriera ya había tenido una travesía vital muy curiosa.

Marjorie Merriweather Post, un nombre que puede que no te suene de nada encargó en 1931 «el barco más lujoso del mundo» con mármol de Carrara, sedas de la India, porcelana de Sévres, grifos bañados en oro, huevos Fabergé… para que te hagas una idea de quien era esta señora te diré una pista, General Foods. Pero lo que me interesa es contarte la historia del barco.

El velero Sea Cloud tiene 109,5 metros de eslora, 30 velas, cuatro mástiles, un palo mayor de 54 metros y su tripulación está compuesta por 72 personas. Desde el principio, fue botado en 1931, tenía telégrafo y línea de teléfono, además de un pequeño hospital y cámara de congelación.

Por cuestiones personales (léase divorcio y nuevo marido) el barco acaba atracado en Leningrado, donde se utiliza como sede informal de la embajada de Estados Unidos, y en él se dan fiestas de alto nivel para la realeza europea y otros personajes.

Como te decía tras el ataque a Pearl Harbor, el Sea Cloud se vende por un dólar a la US Coast Guard y pasa a llamarse IX-99. Su aspecto cambió muchísimo, se pintó de gris, perdió sus mástiles, sus porcelanas y sus lujos.

Después de la II Guerra Mundial su propietaria, Marjorie Merriweather le devuelve su glamuroso pasado, pero un poco menos. En 1955 lo vende al dictador de República Dominicana Rafael Leónidas Trujillo, quien lo bautiza como Angelita, en honor a una de sus hijas.

A partir de aquí hay algunos curiosos y ensombrecedores acontecimientos alrededor de este barco.

En este momento el barco pertenece a Herman Eble, presidente de la naviera Hansa Treunhand Group, quien lo compró en 1993. Totalmente remodelado es uno de los barcos privados, con más encanto y auténtico glamour…o eso dicen, porque a mí no me han invitado a bordo.


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